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Cuando la grandeza se convierte en debilidad

Por qué Adobe corre el riesgo de asfixiarse en su propia grandeza
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Apple iPad Pro M5 2025 showing 3D graphics rendering performance – official press image © Apple Inc.
The End of a Creative Empire
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Durante mucho tiempo, Adobe fue sinónimo de software creativo. Pero ahora el progreso se vuelve contra su propio creador: mientras la inteligencia artificial generativa democratiza los medios de producción, la empresa lucha con el legado de su propia historia de éxito.

Atrapada en su propio sistema

En 2013, Adobe cambió las reglas del juego de todo un sector: la Creative Suite, que hasta entonces se podía comprar de forma permanente, fue retirada, y la suscripción se convirtió en la norma. Para los usuarios, esto supuso una ruptura radical: la licencia única dio paso al abono permanente —quien quisiera seguir usándola, debía pagar—. Los ingresos mensuales sustituyeron a las ventas únicas y el valor de las acciones subió vertiginosamente durante años. Pero lo que antes aportaba estabilidad, hoy se ha convertido en una carga. El mundo ya no quiere poseer ni alquilar software, sino obtener resultados. Y eso es precisamente lo que ofrecen las nuevas herramientas de inteligencia artificial: más rápido, más barato y, a menudo, mejor.

Firefly – Brillo sin fuego

Con Firefly, Adobe quiso demostrar que no había dormido durante la revolución de la IA. Pero esta promesa solo se cumplió a medias. La resolución es demasiado baja, los resultados demasiado estériles y la competencia está demasiado adelantada. Mientras Midjourney, Flux o Ideogram generan estéticas visuales que convencen tanto artística como emocionalmente, Firefly parece una herramienta de otra época: sólida, pero sin magia. Peor aún: en la versión beta actual de Photoshop, Adobe ya utiliza modelos de terceros como Google Gemini. Esto no es una muestra de apertura, sino de debilidad. Un líder de mercado que necesita integrar a sus competidores ha perdido su autoridad tecnológica.

El modelo de suscripción como bomba de relojería

La mayor fortaleza de Adobe —su sistema de alquiler— amenaza con volverse en su contra. Las herramientas de IA basadas en navegador o los modelos de código abierto permiten una edición de imágenes profesional al alcance de cualquiera, a menudo de forma gratuita y con una calidad cada vez mayor. ¿Por qué pagar una cuota mensual si un modelo disponible libremente ofrece resultados comparables o incluso mejores? Lo que antes significaba fidelidad, hoy se convierte en motivo de fuga. Incluso los creativos más fieles empiezan a cambiar —no por rebeldía, sino porque el sistema de suscripción parece un vestigio de la era pre-IA.

Del producto a la plataforma

Adobe se enfrenta a una decisión: transformarse de arrendador de software en proveedor de infraestructura, o ser superada por competidores más ágiles. Un posible camino sería abrir la Creative Cloud y convertirla en una verdadera plataforma donde los usuarios puedan elegir entre diferentes modelos de IA. De este modo, Adobe podría mantener el control del flujo de trabajo creativo, incluso sin ser el único creador. Pero este paso significaría canibalizar su propio modelo de negocio, algo poco frecuente en la historia de los grandes conglomerados.

Un aura perdida

El problema de Adobe no es la tecnología, sino el mito. Durante décadas, la marca representó las herramientas de los profesionales —«Made with Adobe» era un sello de calidad, una prueba de competencia creativa. Hoy ese significado se invierte: quienes trabajan con Photoshop parecen cada vez más conservadores y atados a rutinas obsoletas. La creatividad generada por la IA ya no tiene marca, ni suite, ni inicio de sesión de suscripción. Es efímera, colectiva y abierta: un espacio en el que se redefine la autoría. Y ese es el mayor enemigo de Adobe: la idea de que la creatividad ya no pertenece a nadie.

El momento BlackBerry

Adobe sigue viviendo de su buena reputación, de su ecosistema y de los hábitos de sus usuarios. Pero la historia de las grandes empresas tecnológicas muestra lo rápido que el poder puede convertirse en irrelevancia cuando una compañía se aferra demasiado tiempo a su modelo. Si Adobe no reconoce que la IA podría ser para la empresa lo que el iPhone fue para BlackBerry, la historia se repetirá. Quien no se atreve al cambio, será reemplazado por él —y quedará como un recuerdo de una época en la que el control aún se confundía con el progreso.

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