De los maniquíes de los años 50 a las supermodelos de los años 90: la moda reinventó una y otra vez a sus iconos. Hoy se llaman Shudu, Imma y Lil Miquela – son avatares en lugar de seres humanos.
La disciplina de la elegancia
En los años 50, a las modelos todavía se las llamaba maniquíes. Eran las portadoras mudas de la elegancia burguesa, la disciplina y la discreción. No existía el culto a las estrellas ni los excesos – la moda se definía por la decencia, no por la individualidad. Las mujeres prestaban solo su cuerpo a la ropa para presentarla de manera perfecta. Era una estética del orden: en el centro estaba el vestido, no la mujer que lo llevaba. Quien aparecía frente a la cámara era intercambiable – lo decisivo era la puesta en escena impecable.
El nacimiento de los iconos
Los años 80 y 90 trajeron la gran transformación: Claudia Schiffer, Naomi Campbell y Linda Evangelista – en resumen: las supermodelos – se convirtieron en marcas por sí mismas. Adornaban portadas, desfilaban para marcas de lujo y marcaron toda una década. Fotógrafos como Peter Lindbergh o Steven Meisel las convirtieron en iconos, más grandes que la moda que vestían. Sus nombres se transformaron en símbolos globales y sus rostros eran tan conocidos como los logotipos de las grandes casas de moda, que al lado parecían simples figurantes.
La ilusión de lo auténtico
Pero después del apogeo vino la desilusión. Campañas como la de Dove prometían “belleza real”: modelos con imperfecciones, con arrugas y proporciones no perfectas. Por un momento pareció que la autenticidad podía conquistar el mercado. Pero el encanto no duró mucho. El público aplaudía los eslóganes, pero al final compraba nuevamente la perfección. La piel sincera se vendía peor que el sueño. Así, la autenticidad se convirtió en pose: calculada, escenificada y al final tan intercambiable como aquello que prometía superar.
De estrellas a simulaciones
Cuando las antiguas iconas de la moda se desvanecieron, fueron reemplazadas por la ilusión de Hollywood. Nicole Kidman se convirtió en el rostro de Chanel y Brad Pitt en el embajador de Chanel No. 5. Las fronteras entre actuación, publicidad y moda se difuminaron cada vez más. Pero también esto fue solo un intermedio. Las nuevas “supermodelos” ya no se llaman Tatjana Patitz o Markus Schenkenberg, sino Lil Miquela, Shudu o Imma. Son avatares, creados digitalmente – impecables, pero sin alma. El glamour de antaño se convierte cada vez más en código calculado.
| Parte 1 – | Clic en lugar de bang: Modelos de IA y el nuevo cuerpo |
| Parte 3 – | La estética de la simulación: Cuando la moda pierde al ser humano |




Comentarios