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Posibilidades congeladas

Parte 2/3
Sobre la aparente incompatibilidad entre mecánica cuántica y relatividad
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The Spiral of Time
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Desde hace décadas, los físicos intentan unificar la mecánica cuántica y la teoría de la relatividad, hasta ahora sin éxito. Tal vez el problema no resida en las fórmulas mismas, sino en nuestra perspectiva.

Dos mundos, dos lenguajes

La teoría general de la relatividad propone una imagen del mundo como un continuo espacio-tiempo suave y uniforme, en el que la gravitación corresponde a la curvatura de la geometría. La mecánica cuántica, en cambio, opera en una realidad de probabilidades, superposiciones y saltos discretos. Son dos teorías que, en sus respectivos ámbitos de validez, son experimentalmente inquebrantables, y sin embargo resultan incompatibles en cuanto se intenta reunirlas.

Devenir y lo devenido

Quizá esta incompatibilidad no sea tanto un indicio de la incompletitud de la física como más bien de un malentendido. Porque la mecánica cuántica y la teoría de la relatividad no abordan el mismo estatus de la realidad. La mecánica cuántica describe el devenir, el estado inicial abierto y probabilístico. La teoría de la relatividad, en cambio, capta lo devenido: la forma solidificada que emerge de ese mar de posibilidades.

La gravedad como huella

En esta visión, la gravedad no sería una fuerza fundamental, sino la firma de lo solidificado, la huella que deja el paso de la posibilidad a la realidad. El espacio y el tiempo se asemejan a un bloque de hielo sobre un mar cuántico agitado: lo bastante estables como para sostener nuestra vida y, sin embargo, solo un fragmento de una infinidad de posibles patrones de cristalización. Así, la gravedad no se presenta como causa, sino como la huella del proceso mediante el cual lo abierto se convierte en forma fija.

El Big Bang como transición

A la luz de esta perspectiva, el Big Bang adquiere una nueva interpretación. No fue el comienzo absoluto a partir de la nada, sino el punto de inflexión en el que el ámbito cuántico abierto se cristalizó en un espacio-tiempo estable. El “espectáculo de fuegos artificiales” de la expansión no marcó un origen, sino el paso del devenir al ser – de la fluctuación a la forma. La gravedad, en esta imagen, no aparece como la primera fuerza, sino como la firma del propio proceso: la impronta dejada por la conversión de lo abierto en una estructura geométrica fija. Así, el Big Bang es menos un acontecimiento de creación que una fase de transición, comparable al momento en que el agua se congela en hielo – un cambio que genera un nuevo orden sin que la sustancia misma deba surgir de la nada.

Antes del comienzo

Esta visión significa también que la creación no comienza con el Big Bang. Éste no fue una emergencia absoluta desde la nada, sino el momento en que lo abierto se convirtió en forma. Remite por tanto a un proceso que se sitúa más allá de nuestro espacio-tiempo. Pero como nosotros mismos formamos parte de lo que se ha solidificado, este “antes” permanece en principio inaccesible. Nadie puede saber cómo era, pues conceptos como “antes” o “comienzo” pertenecen a un orden que solo surgió con el propio espacio-tiempo. Quizá el mayor misterio del universo no resida en el Big Bang, sino en lo que lo precedió.

Malentendido de los «universos paralelos»

Incluso la concepción popular de los «universos paralelos» puede interpretarse de forma más matizada a la luz de esta perspectiva. Es posible que, junto a nuestro mundo, existan otras cristalizaciones del ámbito cuántico: universos plenamente realizados con su propio espacio-tiempo. Igualmente concebibles son universos inacabados, meros intentos de cristalización que no han llegado a convertirse en una realidad estable. Pero, completados o solo esbozados, para nosotros permanecen inaccesibles, puesto que no existe conexión con nuestro mundo y la vida, en nuestro entendimiento, difícilmente podría encontrar allí un lugar.

Un nuevo enfoque

El precio de esta visión es alto: la gravedad pierde su estatus de interacción fundamental. Sin embargo, la ganancia es una interpretación sorprendentemente simple de la contradicción aún no resuelta: la mecánica cuántica y la teoría de la relatividad no son competidoras, sino estadios escalonados en el tiempo de una misma realidad: proceso y resultado, comienzo y fin. Quizá la solución no resida en la unificación forzada de dos teorías irreconciliables, sino en el reconocimiento de su relación mutua.

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