HYPERMADE LIFESTYLE MAGAZINE

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La estética de la simulación

Parte 3/3
Cómo los algoritmos están reemplazando al ser humano en la industria de la moda
L
Futuristic digital fashion avatars with metallic skin and red lips, symbolizing virtual models replacing humans in the fashion industry
AI Models in the Datacenter
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Después de que los rostros desaparecieron y los avatares ascendieron, sigue el último paso: la moda se separa del ser humano. Lo que comenzó como un avance técnico se convierte en un punto de inflexión cultural.
Permanece la simulación de la vida: perfecta, pero sin alma.

Belleza sin cuerpo

El futuro de la moda pertenece a los modelos digitales. Pero lo que aquí sucede es más que una transformación tecnológica: es un cambio cultural. La moda nunca fue arte, sino diseño, una estética aplicada al servicio de la seducción. Hoy se revela que incluso esta forma de creación se está desvinculando de sus orígenes. La estética virtual no conoce ni cansancio ni desenfoque. Los avatares no envejecen, no sudan y no fracasan. Su perfección niega lo humano. Así, la moda pierde su espacio de resonancia: el cuerpo como portador de historias, cicatrices y contradicciones. Solo queda la idea de una belleza sin riesgo, una estética estéril.

La pérdida de la espontaneidad

En los grandes momentos de la fotografía de moda – ya sea con Avedon, Newton o Lindbergh – la magia residía en lo imprevisto: una ráfaga de viento, una mirada, una inseguridad. Hoy esos instantes ya no existen. La inteligencia artificial no conoce el error. Todo es posible, pero nada sucede. Lo imprevisible, que antes daba vida a la moda, ahora se considera un fallo. Sin embargo, a menudo era precisamente la ruptura la que daba vida a una imagen: el gesto no planeado, la luz que llegaba demasiado pronto. Con el control desaparece también el azar, y con él el riesgo que convertía la moda en un experimento vivo. Así pierde lo que antes la definía: el momento del atrevimiento, en el que la belleza no se calculaba, sino que se descubría.

De la puesta en escena a la simulación

La simulación es la nueva verdad. Lo que antes nacía en el taller, hoy nace en la nube. Diseñadores, fotógrafos, modelos y lugares se funden en datos. La moda ya no se concibe, se genera. Así desaparece también la figura del diseñador como fuerza creativa. Su firma es reemplazada por directrices estilísticas algorítmicas que pueden variar infinitamente. Para las grandes casas de moda, es la situación ideal: sin excentricidad, sin riesgo, sin figura carismática que pueda alterar el control. La era de los Lagerfeld, Kawakubo o Galliano ha terminado. La máquina produce estilo, no actitud.

La lógica de los algoritmos

La moda siempre ha estado marcada por la cultura: hablaba los dialectos del tiempo y del lugar. París, Milán, Tokio o Nueva York representaban cada una sus propios códigos. Pero esta diversidad se disuelve, ya que los sistemas de inteligencia artificial combinan conjuntos de datos de todo el mundo para crear imágenes promedio globales. Ya no importa lo que una cultura quiera expresar, sino lo que se venda. Marcas como DressX o The Fabricant ya muestran cómo nacen colecciones virtuales sin tela ni cuerpo, diseñadas para avatares y no para personas. Los algoritmos leen tendencias, analizan los “me gusta” y generan la estética con mayor potencial de ventas. El experimento se convierte en la excepción, el riesgo en un coste. En la competencia entre corporaciones no cuenta lo nuevo, sino la repetición de lo familiar. El diseño se administra, no se inventa.

El fin de la artesanía

Con este desarrollo desaparecen las profesiones clásicas que dieron forma a la imagen de la moda. Fotógrafos, estilistas, maquilladores y escenógrafos pierden su base, no porque sean peores, sino porque se vuelven innecesarios. Los jóvenes siguen estudiando moda y diseño fotográfico, surgen estudios como si todo siguiera igual. Pero el sistema ya está obsoleto. En pocos años, estas profesiones apenas existirán. Lo que antes requería equipos de especialistas, hoy lo realiza un ordenador en segundos. Con la desaparición del trabajo desaparece también la experiencia colectiva que convertía la moda en cultura. Este cambio es irreversible, no por razones estéticas, sino económicas. Sigue la lógica del capital: más barato, más rápido, escalable. El ser humano es el factor prescindible en esta ecuación.

La silenciosa desaparición del ser humano

Los grandes cambios culturales nunca comenzaron con ruido, sino con costumbre. Mientras todo funcione, nadie protesta si el modelo no es más que un avatar, porque resulta más cómodo. Sin embargo, en el trasfondo, algo fundamental está cambiando: la imagen se separa del ser humano y la representación de la experiencia. Solo queda una superficie sin profundidad, un mundo que parece realidad, pero ya no lo es. En este silencio reside la verdadera pérdida: la moda fue alguna vez un intercambio entre personas, un diálogo visible entre cuerpos, miradas y culturas. Cuando ese diálogo termina, solo queda el eco de la simulación: el fin del contacto, la mirada que ya no encuentra respuesta. Lo que la moda experimenta hoy como laboratorio social, mañana alcanzará otras profesiones: redacciones, talleres y escenarios. La estética de la simulación devora silenciosamente a sus hijos, y la moda aplaude, como si fuera un progreso.

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