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Gucci en su séptimo trimestre consecutivo de descenso

El lujo en fase de agotamiento
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Gucci’s fading brilliance
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El mito se desmorona. Gucci, que alguna vez fue sinónimo de exceso estilístico y éxito comercial, atraviesa una crisis más profunda que cualquier otra gran marca del sector. La era del crecimiento infinito ha terminado, y con ella también la autopercepción de una industria que ya no sabe muy bien qué representa.

Un trimestre más, un nuevo golpe

En el tercer trimestre de 2025, los ingresos de Gucci volvieron a caer de forma significativa, alrededor de un 14 %. Para la empresa matriz, Kering, esto supone una disminución de aproximadamente un 5 % en términos comparables. El hecho de que los resultados se consideren “mejores de lo esperado” dice más sobre las expectativas que sobre la realidad: los analistas habían previsto una caída aún mayor. Tras siete trimestres consecutivos de descensos de dos dígitos, queda claro hasta qué punto la marca está en crisis y lo difícil que le resulta al grupo redefinir su propia identidad.

El vacío después de la abundancia

Desde la salida de Alessandro Michele, Gucci intenta encontrar un nuevo lenguaje. La excentricidad barroca dio paso a una línea más sobria, que pretendía recuperar la madurez y la discreción. Pero el cambio careció de fuerza. Las ventas directas en boutiques cayeron otro 13 %, con un desempeño especialmente débil en Asia. Europa y Norteamérica se estabilizaron ligeramente, pero no lo suficiente como para compensar la pérdida de deseo. Un lujo que se basa en el minimalismo pierde rápidamente su energía emocional.

Un grupo sin centro

Kering intenta amortiguar las caídas gracias a los buenos resultados de Saint Laurent y Bottega Veneta —esta última incluso registró un ligero crecimiento—. Sin embargo, Gucci sigue siendo el corazón del grupo, tanto económica como simbólicamente. Cuando ese corazón late con menos fuerza, toda la empresa pierde pulso. La arquitectura de marcas del grupo, que antes representaba diversidad, ahora parece un sistema de satélites sin centro de gravedad. El crecimiento solo se produce allí donde Gucci retrocede, no porque las demás marcas sean más fuertes, sino porque asumen menos riesgos.

El fin de la vieja fórmula

Lo que reflejan las cifras es, en última instancia, un desplazamiento cultural. El lujo clásico, definido por el precio, la escasez y el poder simbólico, ha perdido su espacio de resonancia. Los consumidores buscan hoy significado en lugar de posesión y actitud en lugar de estatus. Las marcas que se definen por su pasado quedan en desventaja si no logran aportar nuevos valores al presente. La crisis de Gucci representa, por tanto, algo más que el declive de una casa de moda: marca el fin de un sistema obsoleto.

Entre crisis y reorientación

Si Gucci logra reencontrar su camino dependerá menos del próximo director creativo que de una redefinición profunda de lo que el lujo puede significar hoy. El mercado no exige nuevas siluetas, sino nuevas ideas. Quien quiera seguir siendo relevante en el futuro debe diseñar no solo ropa, sino también una postura. Tal vez la verdadera renovación comience cuando una marca encuentre el valor de dejar de imitarse a sí misma y de considerar su pasado no como un escudo, sino como una piedra de toque. El lujo solo volverá a convencer cuando sea algo más que una forma: un signo de conciencia en un mundo agotado.

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