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El reflejo moral

Por qué la votación climática de Hamburgo revela más sobre nuestra sociedad que sobre el clima
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The Elbphilharmonie: Hamburg’s Mirror of Modern Contradictions
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Hamburgo quiere ser climáticamente neutra cinco años antes, es decir, para 2040. Lo que a primera vista parece un avance revela sobre todo cómo funciona hoy la política: las decisiones ya no nacen del debate, sino de la movilización.

La lógica de la mayoría sin mayoría

El 43 % de los habitantes de Hamburgo votó, y aproximadamente la mitad lo hizo a favor. Así, una cuarta parte de la población decide el futuro de la mayor ciudad industrial de Alemania. El resultado es jurídicamente vinculante, pero políticamente sintomático: la democracia se convierte en escenario de minorías altamente movilizadas. Quien grita más fuerte impone la ley. Los demás guardan silencio. También el Senado —probablemente con la esperanza de que no se alcanzara el quórum—. Pero en una sociedad guiada por las emociones, el silencio ya no es una estrategia.

El lenguaje sustituye a la política

“Decisión por el futuro”, “protección climática socialmente justa”, “neutralidad climática”: expresiones que suenan tan obvias que hacen moralmente imposible la oposición. La política ha aprendido que las palabras funcionan cuando apelan a las emociones. El consenso ya no surge del argumento, sino del impacto lingüístico. Así, el voto se convierte en un reflejo: quien se opone a un objetivo que lleva la palabra “futuro” queda automáticamente en el lado equivocado. El referéndum no es, por tanto, un acto de razón política, sino un ritual de autoafirmación moral: el lenguaje sustituye al pensamiento, la moral sustituye a la política.

Los costes de la neutralidad climática

Según los cálculos del Senado de Hamburgo y de varios institutos económicos —entre ellos el HWWI y el IfW Kiel—, la implementación costará alrededor de 60 000 millones de euros. Dos tercios se destinarán a la rehabilitación de edificios, y el resto a la industria, el transporte y el puerto. A esto se sumarán programas de emergencia anuales en caso de no alcanzar los objetivos intermedios y nuevas inversiones. Para una ciudad de unos 1,9 millones de habitantes, se trata de un esfuerzo financiero que comprometerá a generaciones enteras: no solo una transformación de la infraestructura, sino de las condiciones de vida mismas.

El valor de la renuncia

La red de gas, recomprada en 2018 por unos 550 millones de euros, será clausurada como parte del plan de neutralidad climática: una desvalorización autoinducida del patrimonio público. En el referéndum del Brexit de 2016 en el Reino Unido, fueron los mayores quienes decidieron el futuro de los jóvenes; esta vez ocurre lo contrario. Según varios medios hamburguenses, fueron sobre todo los más jóvenes quienes apoyaron un proyecto cuyas cargas recaerán principalmente sobre los mayores. Los jubilados tendrán que instalar nuevos sistemas de calefacción, los propietarios estarán obligados a renovar sus viviendas y los trabajadores deberán enfrentarse a restricciones de tráfico.

El retorno de la realidad

La visión existe solo sobre el papel, pero su implementación transformará la ciudad. Cuando desaparece la infraestructura, se restringe la movilidad y aumenta el coste de la energía, la promesa del progreso pierde su atractivo. La realidad alcanza a toda ideología a través de los costes, no mediante la resistencia. Esta es la verdadera prueba de este experimento: si una sociedad es capaz de soportar la contradicción entre convicción moral y necesidad económica. Hamburgo será el campo de ensayo donde esta tensión se hará visible.

La nueva religión de sustitución

Quizás en ello resida el éxito de estos movimientos: dan sentido donde faltan los vínculos. Quien lucha por el clima se siente del lado correcto. En una sociedad que ha perdido su centro, la moral se convierte en la última identidad. Con la decisión de Hamburgo, no se ha votado tanto sobre las emisiones como sobre el estado anímico de la ciudad. Hamburgo quiere ser virtuosa —y se volverá más pobre. La temperatura del planeta apenas cambiará, pero la de su democracia, sin duda.

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