Fuente: YouTube / Canal de Kilian Kerner
La Semana de la Moda de Berlín no suele considerarse un espacio para la revisión histórica, y mucho menos para abordar un capítulo como las adopciones forzadas de niños en la RDA. Sin embargo, el diseñador berlinés Kilian Kerner dedicó su nueva colección precisamente a este tema en gran parte no resuelto. Bajo el título “RDA – Los niños robados”, presentó un desfile que abordaba el tema de las adopciones forzadas. Entre frases como “Atención, está saliendo de Berlín Occidental”, referencias estéticas a la iconografía fronteriza de la RDA y una pasarela repleta de denim, brillo y consignas, surgió una puesta en escena que pretendía despertar la memoria – pero ¿dejó también espacio para la reflexión?
Entre emoción y representación
Que la moda puede abordar debates sociales no está en duda. La cuestión es cómo lo hace. En la puesta en escena de Kerner se apostó claramente por la emotividad: una banda sonora dramática con música y llantos de bebé, pancartas manuscritas y una modelo con una muñeca en brazos aludían a una estética del impacto emocional. El foco estaba en el efecto emocional, no en un análisis profundo del contexto histórico. La pregunta sigue siendo: ¿qué profundidad puede alcanzar la moda cuando se mueve en la frontera entre la memoria y la estetización?
Intención estética vs profundidad temática
El desfile recurrió a múltiples referencias estilísticas: nostalgia ochentera, streetwear y elementos brillantes, creando una tensión visual constante. Pero esa voluntad estética eclipsó por momentos el contenido político del tema. La injerencia estatal en la vida familiar –clave en las adopciones forzadas– quedó en un segundo plano. La RDA aparecía menos como un sistema ideológico y más como un símbolo visual. La línea entre la moda y la denuncia moral quedó difusa.
Lo valiente fue solo el tema
El mundo de la moda aplaudió el desfile –como era de esperar– como “valiente”. Pero es precisamente esa palabra la que cambia la perspectiva. No fue el diseñador quien demostró valentía, sino quienes aún hoy luchan por el esclarecimiento –por el acceso a archivos, bases de datos de ADN y el reconocimiento de una injusticia sistémica. La historia de las adopciones forzadas no es un decorado, sino una herida abierta. Quien le da escenario a esa historia asume una responsabilidad –no solo estética, sino también moral y política. En ese sentido, el desfile resultó vago. El tema era grande. La escenografía también. Pero el compromiso fue demasiado pequeño.


