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La perfección de la indiferencia

Cómo Apple ha perfeccionado el progreso al abolirlo.
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Apple iPad Pro M5 2025 showing 3D graphics rendering performance – official press image © Apple Inc.
Apple iPad Pro M5 2025 showing 3D graphics rendering performance – official press image © Apple Inc.
Apple iPad Pro M5 2025 showing 3D graphics rendering performance – official press image © Apple Inc.
Futuristic digital fashion avatars with metallic skin and red lips, symbolizing virtual models replacing humans in the fashion industry
Apple M5 – The Next Leap in Intelligence.
Apple iPad Pro – Lightness in Motion.
Apple iPad Pro – Power Meets Precision
Apple Vision Pro – The Future in Fabric
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Cuando el progreso pierde su dirección, solo queda el movimiento. Los chips son más rápidos, los dispositivos más delgados y las cifras más grandes, pero todo sigue igual. Lo que antes se llamaba invención hoy es escenificación: precisa, silenciosa, perfecta… pero sin alma.

Apple y el fin del progreso

Apple ha vuelto a entregar: un nuevo chip, nuevos dispositivos y nuevos superlativos. El M5 debería marcar la supuesta revolución que, según Apple, “representa el próximo gran salto en rendimiento de IA”. En realidad, el M5 simboliza otra cosa: la automatización definitiva del progreso. Cada mejora es medible, pero carece de sentido. Cuatro veces más potencia gráfica, un 30 % más de ancho de banda y un 10 % más de píxeles son la matematización del entusiasmo, ya sin curiosidad. La innovación se ha convertido en un deber, en la continua simulación de la novedad en un mercado saturado.

Apple iPad Pro con Magic Keyboard, vista lateral del diseño ultradelgado con bisagra flotante. Imagen oficial © Apple Inc., 2025.
Apple iPad Pro – Ligereza en movimiento
© Apple Inc., 2025.

Cuando la perfección se convierte en una barrera

Los dispositivos se ven como sus predecesores, solo que más delgados. El iPad Pro de 13 pulgadas tiene ahora apenas 5,1 mm de grosor: una hazaña técnica que, sin embargo, simboliza el estancamiento estético. Apple ha perfeccionado tanto el diseño que ya no parece posible avanzar. El M5, con sus Neural Accelerators en cada núcleo de la GPU, pretende encarnar el futuro de la IA, pero en realidad solo anuncia el futuro de la optimización: un chip que racionaliza la existencia sin transformarla. El progreso aquí se vuelve literalmente más fino, más pulido y más silencioso. Admiramos la precisión, pero ya no sentimos visión. Incluso las cifras más grandes —3,5 veces más rápido, 6,7 veces más rápido en renderizado, 10 veces más núcleos— no dicen nada sobre las personas que deberían usarlo.

Los usuarios como figurantes leales

En cada lanzamiento se repite el mismo ritual: se citan los comunicados de prensa, se repiten los benchmarks en YouTube y el público aplaude al ritmo de la presentación. La cifra sustituye al argumento. En lugar de crítica, hay entusiasmo por la velocidad de carga. Es la era de la participación pasiva. Consumimos la idea de progreso, no el progreso mismo. Cuando Apple afirma que el nuevo MacBook Pro “gestiona cargas de trabajo de IA hasta 3,5 veces mejores”, no aporta información: es lenguaje litúrgico diseñado para generar aprobación. El consumidor asume el papel del creyente que confunde los números con milagros.

Apple iPad Pro con chip M5 mostrando renderizado 3D en tiempo real, imagen oficial © Apple Inc., 2025.
Apple iPad Pro – Potencia y precisión
© Apple Inc., 2025.

La marca como religión sustitutiva

Apple no vende simplemente productos, sino una sensación de superioridad moral y estética. Cada presentación se asemeja a una misa, cada escenario a un altar de cristal. La empresa ha entendido que la gente no busca dispositivos, sino significado. Por eso reviste la tecnología de ideología: sostenibilidad, diversidad y ética de la IA. La carcasa contiene “100 % de aluminio reciclado”: una cifra que suena a penitencia en la era del consumo. Los compradores quieren creer que hacen el bien al comprar, y Apple les proporciona el evangelio adecuado. En esta religión sustitutiva, Johny Srouji es el sumo sacerdote del silicio y cada comunicado de prensa, una revelación.

La IA como mito del siglo XXI

Lo que en los comunicados de prensa se presenta como “el próximo gran salto en IA” es, en el fondo, un truco semántico. “Neural Accelerator”, “16-Core Neural Engine”, “Apple Intelligence”: todos estos términos suenan a investigación, pero son marketing. Aquí la IA no es un sistema de conocimiento, sino un argumento de venta que refuerza moralmente la propia sensación de superioridad. Decir IA permite afirmar el progreso sin tener que explicarlo. Estos dispositivos no generan inteligencia, sino dependencia. No aprenden: somos nosotros quienes los aprendemos. Educamos las máquinas para que reflejen nuestras expectativas y confundimos el eco con el conocimiento.

Vista lateral del Apple Vision Pro con la nueva banda de tejido doble en color gris.
La nueva banda de tejido doble del Apple Vision Pro
© Apple Inc., 2025.

Qué queda cuando ya nada es nuevo

Quizá la verdadera innovación consista en que Apple ha logrado convertir el progreso en rutina. Cada año el mismo proceso: chip, cifras, citas, aplausos. El M5, supuesta culminación del desarrollo tecnológico, es en realidad la prueba de una cultura agotada que sigue pensando en gigabytes y nits mientras la curiosidad se le escapa de las manos. La innovación se ha vuelto la estética de lo siempre igual. Apple ha perfeccionado el progreso aboliéndolo, y el mundo aplaude sin darse cuenta. Así termina la modernidad: no con un avance, sino con la silenciosa espera de una actualización de software.

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